08 enero 2012

Gracias

Realmente me considero de esas personas que tuvo suerte en esta vida -regida por el a menudo cruel azar- y que no tiene de qué quejarse. Más bien todo lo contrario, creo ser de esas personas que tiene todo por agradecer. Así, siempre intenté concentrar mis pensamientos en los desafortunados… los que sufren la inhumana violencia de la guerra, los que mueren de frío por la noche por no tener un techo y una cobija, los que no tienen siquiera qué comer, los que viajan leguas para llevar a sus niños a la escuela, los que cuentan los centavos uno a uno para pagarse el pan del día, los que soportan las palizas del violento abusador, los que viven presos de los crueles dictados de su religión, los que sufren la discriminación del racista, del sexista, del homófobo, del xenófobo… La puta madre, al lado de cuántos yo lo tengo todo, todo. Todo.

Desde lo más simple, lo más cotidiano, lo que usualmente pasa desapercibido a los ojos mal acostumbrados a no ver… ¡Qué tristeza… despertarme por la mañana y NO ser consciente de que estoy felizmente vivo, de que mi corazón está latiendo, de que mis piernas se están moviendo, de que mis ojos están viendo y mis oídos oyendo…! De que tengo la dicha de poder desplazarme a pie hasta mi baño, mirarme con mis dos ojos al espejo y lavarme con una de mis manos los dientes… de disponer de la cantidad de agua necesaria para darme una ducha calentita por la mañana y hacerme un rico café para el desayuno y no tener que caminar kilómetros para juntarla de un arroyo lejano, desinfectarla y cuantificarla para no desperdiciarla… de tener un placard lleno de pullovers, bufandas, gorros y camperas que me protegerán del frío de la calle y no tener que sufrir las inclemencias de las temperaturas que algunas personas soportan cada noche, escondiéndose, abrigándose con un pedazo de cartón y una manta ahuecada en un rincón de alguna fachada retirada o una plaza deshabitada… de tener una heladera llena de comida cada mañana y no tener que hurgar en los tachos de basura por los restos que algún alma no agradecida decidió tirar…

No ser consciente de gozar de la libertad, la mismísima libertad que a veces nos parece tan obvia y conocida, y no tener que someterme a las caprichosas leyes y mandados de algún tirano dictador que decidirá sobre cómo debo vivir mi vida… de tener una familia amorosa que dio todo por mí y saber que cuento con su apoyo incondicional, que están al alcance de un llamado, que me abren las puertas de su casa cuando yo más los necesito y no tener que sufrir la soledad de quienes no tienen una familia, de quienes están solos, de quienes fueron alejados por la fuerza de sus seres queridos… dichoso de contar con hermosas amistades que me acompañan en la aventura de la vida, y no como esos desdichados que andan por la existencia sin conocer lo que es llorar las lágrimas del desamor y compartir las risas del corazón en los hombros de un hermano del alma…

No nos damos cuenta con facilidad, pero qué difícil es ser consciente de que nacimos en un momento y un lugar de este bendito planeta en que la gente no muere en la hoguera por tener aspecto de bruja, o es lapidada a muerte por ser mujer, o es ahorcada por amar a alguien de su mismo sexo, o es obligada a casarse por la religión, o es discriminada por su color de piel… ¡Me indigna el sólo pensarlo! La puta madre, son cosas que pasan HOY, del otro lado del mundo (muchas de ellas, consecuencias directas de las tóxicas religiones que la crueldad del hombre ideó: materia prima de capítulos venideros)… En fin, no estamos tan lejos de eso, es simplemente que no lo vemos; somos ciegos a esas realidades que no forman parte de nuestro cotidiano, y, por tanto, las anulamos y [no] actuamos en consecuencia.

¿Creés que estoy exagerando un poco; que habría bastado con enumerar un par de ejemplos para explicar mi punto?; ¿creés que la lista de males está siquiera cerca de agotarse? Tristemente no; y bien lejos está. Hasta diría considero necesario el ejercicio de llevarla al extremo, de sentarse a escribir en un pedacito de papel (o en un blog #cuak) todos y cada uno de los motivos por los cuales deberíamos estar agradecidos; nos sorprenderíamos de la cantidad.

Sin embargo (los infaltables pero-s) nos abate el más pequeño, el más insignificante de los problemas. Nos ahogamos en un vaso de agua y nos creemos los más desafortunados del Universo. Es en ese entonces que tenemos que decirnos basta y tomar distancia de esa pequeñez que nos aqueja: recordemos nuestra posición en el tablero y démosle a dicho problema el peso que se merece, sin olvidarnos nunca de la escala (bah, "ubicarse en la palmera", dijera mi amiga Lía). Recién ahí nos daremos cuenta de que, después de todo, no era tan grave. De hecho, era simplemente cuestión de tomárselo con un poco más de soda.

Abramos los ojos, los oídos y el corazón, muchachos. Agradezcamos por la realidad propia y seamos conscientes de las realidades ajenas. Riamos más, nos quejemos menos, amemos con intensidad, comamos con placer, cantemos en voz alta, cojamos con frecuencia, estudiemos lo que nos despierta curiosidad, bailemos con los ojos cerrados, nos demos la posibilidad de vivir en carne propia las maravillas de este hermoso mundo, viajemos sin valijas ni límites geofráficos... y festejemos la vida.

Todos podemos y debemos ser motores de cambio... está en nosotros la decisión.

Al fin y al cabo, todo es cuestión de perspectiva.