24 septiembre 2011

El mejor lugar del mundo

Cuando estaba en la escuela primaria, era la secundaria. Cuando estaba en la secundaria, era la universidad. Ahora que se termina la universidad, ¿qué es? ¿Qué sigue? ¿Qué viene después? ¿Cuándo llega la hora de dejar de jugar a la escondida y ponerse los pantalones? ¿Por qué era tanto más fácil antes, cuando lo único que ocupaba nuestra mente era los deberes, los amigos y el fin de semana? Hace ya un buen rato que las preocupaciones cambiaron de orientación -¡en buena hora!- pero uno sigue haciéndose el tonto, mirando a un costado como no queriendo hacerse cargo, esperando que las preguntas que aún no encuentran respuesta se desvanezcan con el viento y lo dejen a uno en paz. No sé qué sigue, y no sé cómo encarar a un monstruo que aún no tiene forma concreta. Es un monstruo de humo que se hace cada vez más y más grande, cubriendo el horizonte casi por completo.

Incertidumbre. Eso. Hoy es de esos días en que el no saber de mañana me tiene de malas.

Verán, con un título en la mano, queriendo independizarme, con un par de viajes en la espalda y empezando un trabajo nuevo, aún me siento como ese Gastoncito que jugaba con caballitos de plástico y dibujaba sirenitas en el borde de su cuaderno, sin mayores preocupaciones que los juguetes en su habitación y su tarea escolar. Y es que a veces es tan, TAN difícil admitir que ya no se tiene 12 años, que ya llegó la hora de otras cosas. Pero es que el miedo puede ser más fuerte; mucho más fuerte. Lo suficiente como para impulsar al llanto; lo suficiente como para hacer tambalear lo que alguna vez fue una firme decisión; lo suficiente como para hacernos sentir culpas y arrepentimientos; lo suficiente como para desear volver a la infancia y buscar cobijo en los brazos de mamá, que nos diría que todo estaría bien mañana.

Errante, vagabundo, nómada. De lugares, de sentimientos, de ideas.

No sé qué va a pasar, ni dónde, ni cómo, ni cuándo. Simplemente no lo sé… A la deriva; me siento como un barquito de papel que viaja por las cunetas de las calles de una ciudad inundada por la lluvia de un verano lleno de dudas. ¿Cuál será ese bendito momento en que las incógnitas empezarán a tomar forma de certezas? ¿Cuál será ese lugar en que los aromas de los rincones oscuros irán haciéndoseme familiares, incluso conocidos? ¿Quiénes serán esas personas que estarán al alcance de la mano para darme un abrazo cuando no tenga los hombros de mamá para descargar las lágrimas de niño devenido en adulto que descubre que las sirenitas no existen? ¿Cuál será el mejor lugar del mundo, el mío, ahí donde las cocinas olerán a desayuno de domingo y las sábanas al perfume de él…? ¿Cuál será el mejor lugar del mundo, ahí donde se es uno y se está a gusto, donde se está a salvo de la crueldad de la soberbia y del azote de la mezquindad? ¿Cuál será ese lugar, donde la vertiginosidad de la carrera disminuye, desacelera y otorga paz de pensamiento y espíritu? Necesito saber. ¡Saber! Saber que estoy haciendo las cosas bien. Saber que estoy yendo hacia ese lugar, que estoy en el buen camino -o al menos en uno de ellos-. Saber que, si bien nunca se está del todo listo para dar el siguiente paso, se deben tomar riesgos, ya que en ellos está el sabor de vivir.

Quizás el mejor lugar del mundo esté siempre fuera de mi alcance, ahí donde no se lo puede palpar, siempre pasitos por delante empujándome a seguir buscándolo. Quizás es mejor que así sea… que el querer tocarlo, alcanzarlo, me lleve siempre a recordar qué es lo que quiero, a no dormirme en la tranquilidad de lo seguro, a no seguir creyendo en sirenitas de cuentos de hadas, a hacerme cargo de mis propias decisiones y saber recoger los frutos de mis siembras, dulces y amargos; a creer sobre todo en mí y en mi capacidad para hacerme feliz.

Quizá la bruma de lo incierto esté siempre delante de nuestros ojos, como una nube cegadora que no nos deja ver con claridad; recordándonos que en la búsqueda y en el esfuerzo por ver está la verdad... y ,en ella, la belleza y la felicidad del descubrir.


PD: Para aquéllos que no saben, la imagen es de la peli "El mejor lugar del mundo". #selasrecomiendo

1 comentario:

  1. Hay un video muy recomendable, en el que Ken Robinson habla sobre educación.

    En un momento dice que, de pronto, los títulos no valen nada. Cuenta cómo antes un título definía tu futuro, y ahora, los chicos que se reciben vuelven a sus casas y siguen jugando a los videojuegos. Porque necesitás una maestría donde antes era suficiente una licenciatura, y un doctorado donde antes una maestría. Define eso como un proceso de "inflación académica".

    Bueh, no digo más, porque parece que ese señor me pagara por difundir sus ideas, jajaja.
    Quizás te identifiques con algo de lo que dice.

    (te dejé un afiche de regalo en mi blog... tómalo o déjalo!)

    Saludos!

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