24 mayo 2013

Immigrato cerca felicità

Acá estoy, volví, me extrañaste, lo sé. Pido perdón por la ausencia, y es que este último tiempo estuve con mil cosas en la cabeza y además desde que me... (...) ... ¿Qué?... ¿Que nadie lee mi blog?... ¿Que nadie sintió el vacío?... ¿¡Que ya todos se olvidaron de mí y de las pelotudeces que [no] solo a mí me pasan!? JA. Mirá cómo no me importa. Mirá cómo resucito este blog en un abrir y cerrar de ojos. Mirá, mirá...

Bueno ya, andá a saber por qué motivo hoy se me ocurrió volver a escribir alguna pavada... Supongo que habrán pasado muchas cosas desde la última vez que escribí (o será simplemente que hoy estoy demasiado al pedo y tengo que ocuparme con algo -y el deporte no es una opción-). Pero bueno, acá me tenés, echado en la cama, tranca, con cara de I don't give a shit, como una vaca desparramada por la pradera, rumiando lo que comió durante el día.

Es un hermoso viernes de Mayo del año 2013 (¿mi última publicación fue a principios del 2012? Wait, what?) y estoy escuchando una playlist pedorrísima que armé hace más o menos 4 olimpíadas y media. Para ser precisos, esta vez les escribo desde Lausanne, el país del chocolate, el queso, los relojes, Heidi y la xenofobia (cuak). El meteorólogo dice que estamos en primavera (yeah right) pero yo no le creo ni bosta. Dentro de poco llega el verano, pongámosle, y la primavera no habrá siquiera saludado por educación. En fin, con ésas estamos.

Pero bueno, ¿en qué nos quedamos la última vez que hablamos? Ah, sí: estaba enojado con los desagradecidos de este mundo (vasto temita para discutir) y básicamente contándoles que había conseguido un trabajo como arquitecto en Córdoba Capiiital y que estaba dándome una nueva chance (post-experiencia-fallida) en el mundo de la arquitectura... Ay ay ay, ¿por dónde empezar a contar todo lo que cambió desde entonces?...

En resumidas cuentas:

1) ¿Ese trabajo del que te hablaba más arribita? Bueno, fue. Mis [ex] jefes nos tenían a puro látigo (bueno, capaz exagero un poco), pagándonos miserias (con la excusa de que estábamos en una súper empresa yankee -¿sinónimo de calidad?- que trabaja con la más fina arquitectura contemporánea, y para la cual hay que bancarse el "derecho de piso"... conceptito que a todos los jefes del SXXI parece gustarles) y como monotributistas (no hacen falta aclaraciones entre paréntesis para este apartado).

Además, ya estaba en mis planes hacer otra cosa... Es decir, cuando empecé este trabajo, ya sabía que en algún momento iba a dejarlo para -de alguna u otra manera- empezar a organizarme para >>>

2) >>> obtener la nacionalidad italiana. Sí, eso. Como es el caso de una buena parte de la población argentina de hoy, corre por mis venas sangre italiana (¡pucha, con lo bien que hablo el español!) y es mi legítimo derecho el pedir a las autoridades del Estado italiano que hagan lo necesario para ser considerado ciudadano europeo (en pocas palabras, no es que ahora el vago haya dejado de ser latinoamericano para ser europeo, pero admitamos que un pasaporte italiano -siendo mi objetivo encontrar trabajo en Europa- pecha mucho más que uno argentino, y no hay tu tía, las ventajas administrativas están bastante claras.) "Pero Gas, ¿vos no te sentís argentino? ¿No te alcanza con ser ateo, maricón y vegetariano que además también querés ser italiano?" Y bueno, sí, sé que no soy la mismísima encarnación del argentino toma-mates, escucha-rock, juega-fútbol y revolea-ponchos, pero NO, no hago este trámite de ciudadanía porque "no quiero ser más argentino" (como algunos bobis de la cabeza me hicieron entender), lo hice porque me iba a simplificar algunas cosillas cuando llegara el momento de volver a Suiza. Y, a fin de cuentas, ¿che cazzo me ne frega esto de ser argentino, italiano, ucraniano, congoleño o vietnamita? Yo no siento ningún orgullo por ser argentino. A ver, que quede claro: no entiendo a la gente que siente orgullo por ser algo que no eligió ser. Cada vez que escucho a alguien decir "estoy orgulloso de ser argentino" pienso en una rubia diciendo "estoy orgullosa de ser rubia". What? Creo que uno puede sentir orgullo por sus decisiones o sus actitudes o sus acciones, no por algo tan azaroso como la nacionalidad, la orientación sexual o el color de pelo. En fin, oootro tema.

Por otro lado, de nada sirve que les cuente en detalle lo inhumano que fue atravesar el laberinto burocrático cordobés de los papeles y documentos y firmas y sellos y traducciones y actas y legalizaciones y verificaciones y la-mar-en-coche que significó conseguir todo lo que hacía falta. Escribanos, traductores, empleados públicos, pone sellos y gordas-criolleras-varias: les comunico en este post mi más sentido odio y repugnancia. Ahhh... #suspiradealivio

Así es que decido, una vez todos los "papelitos" listos, embarcarme (¿o enavionarme?) hacia la tierra de los spaghetti bolognese y la pizza, la tarantella y la stracciatella, para tramitar directamente en Rimini (en Emilia-Romagna, la tierra de mis antepasados) lo que más tarde se convertiría en mi pasaporte italiano.

Una vez allá, se repite la historia de los papelitos. Ventanilla 2, 1° piso, Ufficio Stato Civile... Ventanilla 6, 3° piso, Ufficio Cittadinanza... Ventanilla 894, 78° piso, Ufficio La Concha de Tu Hermana. Eeen fin, verán, la historia se repite... y no va a ser la última vez que me escuchen abordar el temita de la burocracia aplicada a la inmigración. Un perno.

Pero bueno, dejando de lado la historieta del papeleo (que, a fin de cuentas, termina siendo similar en cualquier país del mundo), vivir en Italia fue una experiencia inolvidable. Conocer tanta gente hermosa, tantos lugares hermosos y -sobre todo- llegar a sentir pertenencia a un lugar, no es algo que se olvide fácilmente. Viajé, comí, tomé sol, tomé nieve (¿?), aprendí italiano y, sobre todo, hice hermosas amistades que hasta el día de hoy me siguen enviando cartitas escritas a mano con promesas de visitarme próximamente.

Así, luego de 3 meses de aventuras, llega el momento de decir adiós y de tomar el tren que sale de Rimini y va hacia el norte, pasa por Bologna y llega a Milán, donde cambiás de tren para ir a Lausanne... final y nuevamente Lausanne, donde empieza un nuevo capítulo en mi vida y que -hasta el día de hoy- viene durando ya un año y chirolas... capítulo que (esta vez prometo) no tardaré en contarles...

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